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¡El maravilloso mundo de las excusas!

Juan Alberto se encontraba derruido en su silla, había perdido contra un rival muy joven, apenas tendría 11 años. Él por su parte, a sus 46, no había podido pegar ojo en toda la noche, le había estado doliendo la espalda y para colmo sus vecinos estaban dando una fiesta. Sumido en sus pensamientos, imaginó a su rival, preparando la partida con algún Gran Maestro. Ya era la tercera vez que le cambiaban de variante y le sorprendían, su sólida francesa había sufrido derrotas sonoras contra rivales jóvenes -no es justo, los papás de ese niño le pagan un entrenador, a mí mis padres nunca me pagaron uno-

Tomó fuerzas y se levantó de su silla, abatido por dentro. No tenía ganas de hablar con nadie, así que saldría rápidamente de la sala. Su plan era perfecto, saldría por la puerta más alejada de los lavabos, pues solía transcurrir menos gente. Casi como un rayo, una palma cayó en su espalda saludándole con fuerza, se trataba de Alfredo, el excusitas de su club.

A: ¡Juan Alberto! no te puedes creer la partida que he perdido, la tenía totalmente ganada- Alfredo se acercaba como un depredador que va a lanzarse contra su presa.

Evidentemente había sido una mala sorpresa encontrarse con semejante pelmazo, pero Juan era una de esas personas que no le gustaba que se notase su rabia al perder una partida.

J.A.: Lo mío ha sido peor, en lugar de jugar contra mi rival estaba jugando contra su entrenador y su módulo- Lo dijo mientras señalaba la planilla indignado.

A: Pero si he visto que has perdido un final, ¿no?

J.A.: Eso es lo peor de todo, en lugar de rematarme antes, mi rival no ha sabido jugar por sí mismo y casi me salvo con tablas- Juan sabía que no iba a ser fácil deshacerse de Alfredo.

A: Yo es que he dormido fatal hoy, por eso he perdido, a mi mujer le dolía la barriga y he tenido que prepararle… ¡Hasta tres manzanillas!

J.A.: Eso no es nada, a mí me estaba matando la espalda, y mis vecinos se han puesto a dar una fiesta.

A: Bueno pero tú por lo menos vas más preparado que yo en las aperturas, yo es que no tengo tiempo, si me pusiese sería distinto- Juan opinaba distinto, Alfredo era un empollón y aún así se quejaba.

J.A.: Tú has estudiado más que yo, encima hay más partidas mías en las bases, mis rivales se preparan más contra mí.

A: Mañana me voy a comprar el libro de la Caro-Kann y el del Gambito de Dama también, y para sorprender a mis rivales debería de empezar a jugar la Inglesa de vez en cuando. Porque siempre pierdo por la apertura- A Juan ya le parecieron el colmo sus excusas, por lo que decidió escaparse de esa situación tan desagradable.

J.A.: Me tengo que ir… Voy a repasar la partida, no me puede volver a pasar esto más.

Al salir, Juan Alberto se llevó una sorpresa inesperada. Mateo, el chaval que le acababa de ganar tenía un libro entre las manos… Lo único que pudo leer le dejó boquiabierto… “Estudio de finales para profesionales”

 

Moraleja:

Jamás te fijes más en el juego de tus rivales o amigos. Perfecciona cada ápice de tu propio juego con entusiasmo. No pongas excusas porque, ignorar un error es la perfecta receta para que se repita.

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